Tras el cierre masivo de las actividades presenciales de instituciones educativas en más de 190 países con el fin de evitar la propagación del virus y mitigar su impacto, según datos de UNESCO, más de 160 millones eran estudiantes de América Latina y el Caribe dejaron de tener clases.
Con casi ocho meses de pausa prolongada para 137 millones de niños y niñas de Latinoamérica (un tiempo cuatro veces más alto que la media global), la agencia de las Naciones Unidas advierte de una posible «catástrofe generacional», provocada por la ausencia de clases presenciales por la covid-19.
En un informe conjunto, CEPAL y UNESCO señalan que:
“la crisis tendrá importantes efectos negativos en los distintos sectores sociales, incluidos particularmente la salud y la educación, así como en el empleo y la evolución de la pobreza”
A pesar de los esfuerzos para implementar nuevos modelos educativos, las desigualdades sociales se reflejan directamente en el acceso y conocimiento tecnológico.
Según datos publicados por la Corporación Andina de Fomento (CAF), la crisis ocasionada por el covid-19 volvió indispensable la digitalización de los hogares pues así
“(se) permite a la población continuar realizando una cantidad de tareas cotidianas que anteriormente requerían el contacto físico”.
De acuerdo con los últimos datos provistos por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), la penetración de Internet en América Latina es de 68,66%. Es decir, el 32% de la población está marginalizada en el uso de tecnologías digitales.
Al limitado acceso a la tecnología se suma la brecha digital, que ha decir de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) e el libro titulado “Los caminos hacia una sociedad de la información en América Latina y el Caribe” se la define como:
“La brecha digital es la línea divisoria entre el grupo de población que ya tiene la posibilidad de beneficiarse de las TIC y el grupo que aún es incapaz de hacerlo (…) A veces también se describe como la línea divisoria entre los colectivos «ricos» y «pobres en información», donde los «ricos» son capaces de cosechar los beneficios sociales y económicos del acceso a la infraestructura mundial de la información y las comunicaciones.”
Las clases virtuales obligaron a las familias a trasladar el aula a la casa sin las herramientas pedagógicas para hacerlo.
Las familias debieron replicar horarios de estudio, mallas curriculares y actividades educativas de asignaturas de las que poco o nada conocen. Aprendieron el manejo de herramientas y plataformas digitales educativas nunca antes vistas, sin ningún tipo de asesoría o apoyo.
Según datos proporcionados por la CAF, en gran parte de los hogares el uso de Internet se limita a herramientas de comunicación y redes sociales. El promedio de uso de aplicaciones educativas en América Latina es del 51,02%, siendo Chile quien hace un mayor uso con 87,35%, mientras que Bolivia tiene el menor uso con apenas 7,11%.
Salud mental en las familias

Este escenario de presión y estrés por intentar alcanzar objetivos educativos y cumplir con la programación curricular de las escuelas, sumado a otros problemas causados por la COVID-19, tales como preocupaciones de contraer la enfermedad, el desempleo y el estrés diario, están desencadenando resultados negativos en salud mental de los padres.
Entre los padres, alrededor del 85% de los 61.000 encuestados en tres países, reportan haber experimentado un deterioro de la salud mental según (CESD-R).
Así lo informó el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que, gracias al trabajo conjunto en América Latina con los Ministerios de Educación de El Salvador (MINED), Costa Rica (MEP) y el Instituto de Bienestar Familiar de Colombia (ICBF) unieron fuerzas con Innovations for Poverty Action (IPA) para explorar las experiencias que han tenido docentes y padres con la educación, desde los 3 hasta los 6 de edad, a distancia en situación de emergencia.
“cerca de dos tercios de las madres (63%) reportan luchar con la educación a distancia y requerir asistencia. Entre las madres que informan que no pueden manejar la educación a distancia de sus hijos por sí solas, los niveles de estrés son un 12% más altos en comparación con las madres que reportan que lo logran hacer solas, independientemente del nivel socioeconómico del hogar.”
Los datos indican que son las madres las que presentan más malestar mental al ser las responsables de las realizar más tareas domésticas, trabajar y estar involucradas en la educación a distancia de los hijos. Es así que el involucramiento de los padres en la educación a distancia se vuelve crucial para mitigar el efecto en salud mental sobre las mujeres, ya que la brecha de género en la salud mental es 16% cuando los hombres acompañan la educación a distancia comparado con 21% cuando no acompañan.
“Los niveles de malestar son particularmente elevados entre las madres de niños pequeños de entre 0 a 7 años, que asumen la mayor parte de la carga en apoyar la educación a distancia de los niños (84%)”
Las consecuencias
Los costos a largo plazo del efecto en la salud mental de los cuidadores en los niños serán altos. Los hallazgos están alineados con investigaciones internacionales anteriores, que concluyen que el estrés de los padres tiene implicaciones a largo plazo para el desarrollo cerebral de los niños.
Menos tiempo de calidad entre padres e hijos: cuanto mayor sea el nivel de malestar de las madres y los padres, menor serán sus niveles de inversión en sus hijos en términos de tiempo de calidad (por ejemplo, jugar, leer y cantar); así como el tipo y cantidad de juguetes.
Riesgo de violencia doméstica: el nivel de malestar está positivamente asociado con el uso de disciplina violenta – entendida como agresión emocional o castigo físico – por parte de los cuidadores.
“En Colombia, las familias con altos niveles de angustia tienen un 50% más de probabilidad de usar castigos violentos, en Costa Rica y El Salvador las cifras correspondientes son del 40% y 33%. Este incremento en la probabilidad de uso de castigo violento es mayor en las mujeres con mayor nivel de angustia que en los hombres.”
“El uso de castigos violentos es más frecuente en grupos de ingreso socioeconómicos más altos. El teletrabajo, el cual es más común en este grupo, parece estar añadiendo mayor estrés, y aumentando el uso de castigos violentos.”
Angustia metal en niños y niñas: el 61% de los hijos e hijas de los encuestados presenta al menos un síntoma de angustia mental. Alrededor de un tercio de los niños y niñas tienen problemas para dormir y están tristes, y dos quintos están nerviosos y preocupados. En promedio, los cuidadores informan que las niñas experimentan más síntomas de angustia mental que los niños, lo que se refleja en una brecha del 4,4% en la preocupación y de hasta un 3,3% en el insomnio.
Reapertura de las escuelas y volver a las aulas
Mientras más tiempo se mantenga el cierre de las instituciones educativas, más difícil será contrarrestar sus efectos negativos a largo plazo.
Uno de los efectos «profundos» de la crisis es que casi 3 millones de niños, niñas y adolescentes están en riesgo de no regresar nunca a la escuela. Ante estas cifras, América Latina se enfrenta al reto de evitar que el potencial de las nuevas generaciones se pierda y se profundice la desigualdad.
A decir del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), «el cierre prolongado de los centros educativos afectará aún más a aquellos estudiantes pobres y de clase media vulnerable, así como a los estudiantes indígenas, migrantes y con necesidades especiales (…) esta situación podrá agravarse más aún en sistemas educativos que no cuentan con mecanismos efectivos de educación a distancia acordes a las características de los hogares , lo que puede ampliar aún más las brechas que existen entre estudiantes con más o menos acceso a los mismos.”
En su informe de mayo, el Banco Mundial señala que la reducción significativa en la calidad de los aprendizajes significaría menores niveles de productividad, impidiendo que toda una generación alcance su verdadero potencial y reduciendo los ingresos que pueden obtener durante toda su vida.
“Los niños que necesitan más educación para salir de la pobreza serán quienes, probablemente, estén más privados de ella debido a la crisis. Esta caída en las perspectivas económicas podría causar, a su vez, un aumento en las actividades delictivas y en los comportamientos peligrosos. El malestar social entre los jóvenes también podría aumentar: en muchos países de ingreso bajo y de ingreso mediano, la combinación de una masa de población joven con perspectivas de pobreza puede ser explosiva.”
Unicef advierte de que el porcentaje de niños, niñas y adolescentes que no recibe educación alguna, ni presencial ni remota, se ha disparado del 4 % al 18 % en los últimos meses.
Antes de la pandemia, los resultados de aprendizaje ya eran bajos y excluyentes en los países de la región, donde la identidad, el origen y la capacidad económica determinan las oportunidades de educación.
La desigualdad es más acuciante en grupos vulnerables con niños con discapacidad, migrantes indígenas o en zonas rurales donde la educación a distancia no llega, según Unicef. En las poblaciones rurales de Bolivia, por ejemplo, solo el 18 % tiene ordenador y el 3 % conexión permanente a internet.
A pesar de que la opción es reabrir las escuelas, en 18 de los 36 países y territorios de la región las puertas de las aulas permanecen cerradas.
En este contexto, dentro de las alternativas para enfrentar esta problemática, el BID propone incorporar en el currículo nacional de Primera Infancia de cada país, un componente de formación familiar en crianza para promover la igualdad de género y la prevención de la violencia en el ámbito familiar.
“Las áreas claves del currículo incluyen la capacitación en estrategias para generar el sentido de pertenencia de los niños y niñas tanto en su entorno nuclear como en las redes de apoyo de las que forman parte sus familias; y apoyar el desarrollo de la empatía y la autorregulación.”
Recomendaciones para el cuidado de la salud mental de las/los cuidadores

Instituciones como la Organización Panamericana de la Salud o El Child Mind Institute han creado guías para el cuidado de la salud mental de cuidadores y cuidadoras.
Para cuidadores
- ¡Permítase un descanso!
- Elija inteligentemente lo que lee y lo que ve
- Establezca objetivos alcanzables
- Practique la atención plena y el cuidado personal
- Mantenga su red de apoyo sólida
- Reconozca lo que está sintiendo
Ayude a los niños a sobrellevar la situación
- Sean una familia atenta
- Apéguese a las rutinas
- Haga un horario y póngalo a la vista
- Alterne trabajo con juegos
- ¡Use la atención positiva!
- Valide los sentimientos