Texto escrito en colaboración con Mag. María Dolores Idrovo

Cuando el covid-19 obligó a los centros educativos a nivel mundial a cerrar sus puertas en marzo, los Estados se vieron obligados a buscar mecanismos para continuar con los procesos educativos de millones de estudiantes, para evitar que de ellos, miles pasen a formar parte de las estadísticas de deserción escolar.

Escuelas de todo el mundo hicieron una transición abrupta hacia la educación a distancia y, sin ningún tipo de adaptación metodológica, los estudiantes se vieron en la obligación de “replicar” en casa lo que sería un aula de clases. Es decir, lo que experimentan los estudiantes en casa no refleja lo que realmente es el aprendizaje en línea.

Es necesario empezar aclarando la errónea concepción de que la educación en línea y la educación a distancia es ver videos en YouTube o leer una enorme cantidad de documentos para luego “asistir a clases” por varias horas mediante videoconferencias.

La aplicación de la educación en línea es una sinergia entre tecnología, metodologías y alfabetismo digital tanto de especialistas, profesores, estudiantes y padres de familia.

Una de las características fundamentales de la educación en línea es que los estudiantes tienen completa autonomía para llevar su proceso de aprendizaje pues, cada curso está completamente diseñado, producido y colocado en la plataforma educativa antes de su impartición. Es decir, es un producto terminado y asincrónico donde los espacios de interacción entre profesor y alumno son esporádicos y están diseñados para resolver dudas o participar en procesos de evaluación.

Definiciones: a distancia y en línea

En el texto, “Los sistemas educativos de América Latina y el Caribe ante COVID-19”, el BID presenta un panorama de las acciones tomadas en temas educativos en América Latina y el Caribe. En este se señala que las iniciativas de enseñanza remota de emergencia han dependido de las capacidades y modalidades con que cada país contaba, así como de los contenidos disponibles  para  construir un modelo de emergencia de educación a distancia.

“Es clave comprender, sin embargo, que dichos recursos estaban diseñados para una educación que de otro modo se impartiría presencial o semi presencialmente y no completamente en forma remota.”

En este sentido, es importante conocer las definiciones de educación a distancia y en línea, pues lo experimentado hasta el momento por los estudiantes en casa no refleja lo que realmente es el aprendizaje por internet.

A partir de 1982 el organismo intercontinental “Consejo Internacional para la Educación por Correspondencia (ICCE)”, cambió su nombre a  “Consejo Internacional de Educación a Distancia (ICDE)”. Este consenso al que llegaron los integrantes del evento, “significó la legitimación discursiva de dicha modalidad educativa, dejando atrás la pluralidad de definiciones para delimitarla como educación abierta y a distancia.”

La educación a distancia es un término que lleva usándose desde los primeros envíos de cartas y correspondencia con material de estudio para niños y jóvenes del mundo.

En 1986, García Aretio definía a la educación a distancia como

“un sistema tecnológico de comunicación bidireccional que puede ser masiva y que sustituye la interacción personal en el aula de profesor y alumno como medio preferente de enseñanza, por la acción sistemática y conjunta de diversos recursos didácticos y el apoyo de una organización tutorial, que propician el aprendizaje autónomo de los estudiantes.”

Es decir, la educación a distancia implica la comunicación entre el profesor y el estudiante fuera del aula, en un ambiente tecnológico –que puede ir desde usar el correo regular, la televisión o el internet–, que será utilizado para el proceso de enseñanza aprendizaje. El estudiante podrá aprender de forma autónoma, valiéndose de los recursos didácticos y el apoyo de la organización educativa que le brindarán un servicio de tutoría en todos los ámbitos de su competencia.

Dicho así, los países de América Latina y el Caribe se decantaron en su mayoría por la educación a distancia con un predominio de emisiones educativas por radio, televisión, audio teleconferencia y videoconferencia sincrónica; caracterizada por “la integración de las telecomunicaciones, la informática y otros canales de distribución electrónica de información”.

Por su parte, al ser un tema que también pasa por recursos económicos, humanos y tecnológicos, fueron las instituciones educativas particulares de la región las que optaron por la educación mediada por tecnología.

Desde su aparecimiento a inicio del siglo XX, la educación mediada por tecnología produjo nuevos términos, tales como: “educación distribuida, aprendizaje electrónico (Electronic-learning), educación virtual, educación en línea, aprendizaje combinado (Blended-Learning), aprendizaje móvil (Mobile-learning).”

En relación a estos modelos, varios organismos internacionales generaron recursos didácticos y plataformas educativas para implementar la enseñanza en línea, caracterizada por su versatilidad para

“combinar los atributos de variados medios en un entorno en el cual los textos, dibujos, videos y audios se integran en un sistema; el acceso a grandes bases de datos es relativamente simple y rápido; y existe una mayor flexibilidad en las interacciones, especialmente asincrónicas, entre estudiantes y docentes, y entre estudiantes (Stojanovic de Casas, 2001).”

Una de las características fundamentales de la educación en línea es que cada curso está completamente diseñado, producido y colocado en la plataforma educativa antes de su impartición. Es decir, es un producto terminado y asincrónico donde el alumno tiene completa autonomía para llevar su proceso de aprendizaje.

Rol de los profesores y la pedagogía

Ante este escenario, los profesores se han visto forzados a capacitarse en competencias tecnológicas y nuevas metodologías de enseñanza aprendizaje, en un tiempo y circunstancias excepcionales.

A decir de la Mag. María Dolores Idrovo, Coordinadora de Diseño Instruccional del departamento de Educación en Línea de la Universidad San Francisco de Quito y asesora de docentes sobre las herramientas y modelos educativos necesarios para impartir clases en línea, para que un curso en línea tenga éxito debe haber sido previamente planificado tanto en su contexto académico como instruccional.

Se debe contar con instrucciones claras y sencillas para que los alumnos, de forma independiente y en el momento y lugar que decidan, puedan revisar todos los recursos en línea y realizar las actividades y evaluaciones planteadas.

La impartición surge en una segunda etapa a la que se llega con un producto ya desarrollado, un producto que es el curso en sí y que cumple con ciertos lineamientos necesarios para asegurar una calidad académica.

Dentro de sus años de experiencia, Idrovo recomienda tomar en cuenta cuatro pasos a la hora de crear un curso en línea: Syllabus, material de autor, proceso de evaluación y concordancia con los objetivos

El punto de partida es un syllabus maestro, documento que rige a cualquier proceso de enseñanza, en donde hemos definido los objetivos a alcanzar por parte de nuestros estudiantes, los temas que abordarán y su proceso de evaluación. Esta es la guía base para un posterior desarrollo basado en estándares internacionales de educación en línea, como los mencionados por iNACOL (National Standards for Quality Online Courses – Estándares Nacionales de Calidad para Cursos En línea), diseñados para k12, es decir, para la educación primaria y secundaria.

Uno de los principales componentes de un curso es el material de autor, es decir el contenido del curso. Estos contenidos deben cumplir características en base al nivel del usuario al que queremos llegar, además de su versatilidad para adaptarse a medios digitales que brinden accesibilidad a través de cualquier dispositivo tecnológico.

Estos contenidos deben estar ligados a los objetivos de aprendizaje. Un alumno en línea no debe estar motivado por la calificación que tendrá, sino por lo que aprenderá.

El desarrollo de las actividades de evaluación por parte del estudiante deben demostrar al profesor que se ha conseguido o no el propósito del curso, para esto es fundamental poseer rúbricas de evaluación, brindándole al alumnado la posibilidad de autoevaluarse, compensando de alguna manera la falta de presencia física del profesor.

Otra característica de las autoevaluaciones es que le permiten al estudiante tener la certeza de haber aprendido.

Por último se recomienda el uso de los diferentes recursos que pueda ofrecer la plataforma de aprendizaje a través de las cuales se van a presentar los cursos en línea. Se incorporarán materiales y contenidos audiovisuales y multimedia que contemplen las diferentes formas de aprender de los alumnos, potenciando sus fortalezas. A su vez, es necesario ser concretos y concisos, no abusar de los medios visuales, y ser empático con la audiencia que se va a tener.

En los cursos en línea la imagen del profesor se vende a través del producto que ofrece, es decir, su curso. Lo que se proyecte a través de este es lo que se podrá pedir al estudiante posteriormente. Solo concluida la creación exitosa del curso entramos a la fase de impartición.

En lo que se refiere a la impartición y la interacción en las clases en línea, la Universidad Iberoamericana Ciudad de México publicó un artículo titulado “COVID-19: Educación en línea va más allá de dar clases por videoconferencia”, en este se destaca la importancia de enseñar a los docentes a trabajar en los entornos virtuales y enseñar a los profesores cómo llevar a la distancia sus grupos y cómo llevar a cabo la socialización dentro de un aula virtual.

La Dra. Ana María Berruecos Vila, directora de la Dirección de Enseñanza y Aprendizaje Mediados por Tecnologías, especificó que

“la educación en línea requiere de un gran trabajo previo de diseño instruccional de los contenidos, realizado por un equipo de expertos en las áreas disciplinares, como: pedagogos, psicólogos educativos, especialistas en software, diseñadores interactivos y gráficos, entre otros; quienes conjuntan sus conocimientos para lograr que una experiencia educativa en línea sea realmente significativa para los estudiantes.”

Berruecos destaca la importancia de la socialización entre estudiantes, que puede propiciarse a través del debate y la colaboración en foros, videoconferencias y trabajos grupales.

«Los y las profesoras deben saber cómo moderar el debate, es decir, animar la participación de cada uno (a) de los estudiantes, corregir errores de conceptualización sobre el tema tratado, enriquecerlo con el aporte de recursos suplementarios, redireccionar el debate para que no se pierda entre otros temas paralelos que pueden surgir y cerrar la discusión con las conclusiones generales aportadas por todos los participantes.»

La colaboración, parte de saber cuál es su intención pedagógica y de hacer equipos entre el estudiantado, al que se debe aportar herramientas, para que pueda discutir e intercambiar opiniones en línea. Este ambiente colaborativo se puede realizar también aprovechando la sincronicidad de las videoconferencias o compartiendo recursos y comentarios en aplicaciones digitales, como el muro colaborativo ‘Padlet’ o las wikis que permiten la escritura colaborativa.”

Seguimiento y acompañamiento

El seguimiento y acompañamiento a los estudiantes es parte fundamental de los cursos en línea, para asegurar su participación en las actividades planteadas y mantener el vínculo entre la institución, los docentes y los alumnos.

A causa de los efectos psicológicos que puede tener la pandemia causada por el coronavirus, el seguimiento a los estudiantes no se ha limitado al rendimiento académico. Las instituciones educativas han puesto su empeño en localizar a sus estudiantes y motivarlos para no abandonar sus estudios.

En la publicación del BID: “La educación ante el Covid-19 en América Latina: Retos y alternativas de política”, se señalan dos razones por las cuales podría darse la deserción escolar en medio de la pandemia por el covid-19.

“Primero, ante un cierre de larga duración, los estudiantes podrían perder su conexión con la escuela y, por ello, cambiar su comportamiento de manera permanente. Segundo, porque las pérdidas familiares de ingresos pueden ser sustanciales y durar más allá del periodo en que las escuelas permanecen cerradas, y esto podría obligar a estudiantes de hogares pobres a entrar al mercado de trabajo de manera prematura.”

Organismos internacionales como ONU y Unesco han presentado listados de recomendaciones para que el avance en los contenidos académicos de los alumnos no se vuelva una prioridad por sobre la estabilidad y acompañamiento emocional a los estudiantes, que pueden ver sus capacidades de aprendizaje limitadas al no poder acceder a las tecnologías educativas de la educación a distancia.

Los NO

Ante la necesidad de trasladar la educación a la casa, las familias e instituciones educativas han malinterpretado el tiempo de aprendizaje como la obligación de “replicar” los horarios de clase.

En primer lugar, hay que entender que cualquier modelo de enseñanza fuera del aula debe eliminar de padres y alumnos la idea de que los niños deben permanecer 8 horas en la escuela y, en este caso, 8 horas frente al computador o viendo la televisión educativa.

Esto no quiere decir que no se van a mantener ciertas rutinas o no se van a crear nuevas. Es necesario definir un “horario virtual” donde todos los miembros de la familia tengan acceso organizado a los recursos. Por ejemplo, una familia con los padres en teletrabajo y dos hijos en clases a distancia virtuales necesitan un horario para que todos puedan usar la computadora y las conexiones a internet disponibles, además de realizar sus tareas cotidianas dentro de casa.

¿Cuánto tiempo deben dedicar los estudiantes al estudio en casa?

El observatorio de innovación educativa publica las recomendaciones realizadas por la psiquiatra Colette Poole-Boykin, quien aconseja que “para saber cuánto tiempo debería pasar un niño concentrado en una tarea, se debe de multiplicar la edad del niño por 2 a 5 minutos, y el resultado  es la cantidad de tiempo que pueden mantenerse concentrados.”

Por ejemplo: 8 años x 5 minutos = 40 minutos máximos de concentración.

“Usando esta regla, la Dra. Poole-Boykin sugiere que los estudiantes de primaria deben aprender de una a dos horas al día, los de secundaria de dos a tres horas y los de bachillerato de tres a cuatro horas al día como máximo.”